miércoles, 27 de abril de 2011

SOBRE CLASES SOCIALES Y EL USO DEL LENGUAJE EN EL PROCESO EDUCATIVO


El lenguaje de la calle vs. el lenguaje científico”

“Lo que se piensa con claridad se expresa con claridad”.
Decía el aristotélico Boileau


  Giroux al igual que Bordieu sostienen que el lenguaje es el constructor de realidades, y su materialización en el aula a través del a la práctica docente y es de aquí que el individuo se convierta en un producto de las estructuras de poder como un elemento reproductor de los intereses de una clase dominante.
          Evidentemente la escuela como producto de esa estructura social auto reproduce pensamientos, hábitos, conductas en sus estudiantes para que esa sociedad permanezca inmóvil y legitime las condiciones establecidas.
         Bordieu acepta también  que cada clase o grupo social  tiene una apropiación distinta del lenguaje por lo que su codificación produce efectos escolares diferentes.
         El hábito lingüístico, o sea las competencias y habilidades del uso de la lengua una parte importante del capital  cultural heredado
        La escuela tiende a legitimar y valorizar  el lenguaje de las clases dominantes (llamadas  ·cultas”) generando inequidades académicas evidentes.
       La lengua es más que un instrumento de comunicación, y que su eficacia depende de las condiciones sociales  la producen. La producción y circulación del lenguaje supone una relación entre la competencia lingüística  y el mercado social que se expresa o compite.
        Cuando esa pedagogía primaria es transferida al aula a través del lenguaje y comienza la práctica escolar a través  a través de un sistema de interacción como la clase, el proceso se inicia con la observación del docente como entorno nuestro (por eso el docente es observado en cuanto a sus gestos, lenguaje, indicaciones, exteriorizaciones sociales, y no pedazos de su conciencia.
         El alumno inicia esa interacción cara a cara, donde la comunicaci9ón se encarga de liderar la auto descripción de sus compañeros, el aula, la escuela y su sociedad, comunicando o eliminado el espacio de su actuar. Es en ese instante que el alumno revela su individualidad, como parte de un sistema que le permite hacer uso de cierta libertad en razón de su integración o fusión al sistema educativo (Bourdieu, 2002).
        Finalmente se devolverá a la sociedad lo producido y legitimado en el aula por la interacción alumno-docente.
       Cuando los alumnos provienen de familias de bajos ingresos, implica un escaso capital cultural heredado y por ello un limitado manejo del lenguaje, por lo cual, en general, están destinados a asistir a establecimientos “periféricos” no por su localización geográfica, sino por la escaso compromiso por llevar adelante un proceso educativo superador de las diferencias e inequidades. Aquí la relación docente alumno es poco equitativa, donde no existe una verdadera interacción, sino un monólogo donde el alumno pasivamente asume un rol de rotunda inferioridad, sin espíritu crítico y por lo tanto alejado de la realidad. Así la poca estructura cognitiva aportada por el docente no le permiten dimensionar los conceptos que le son transmitidos, y mucho menos criticarlos.
        Las habilidades aprendidas son deficientes reproducciones de defectuosos sistemas escolares llevados a la práctica pedagógica en el aula, como se ha dicho, carente de sentido y aplicación a la vida real de los alumnos en el momento de ser aprendidos.
        Su reducido lenguaje producto de su vida y de la calle le hace asumir de manera visceral toda información recibida, produciendo inversiones afectivas en determinados tipos de conocimientos.
         Pero Giroux encontró que a través del aula esta situación puede cambiar mediante la modificación de las prácticas pedagógicas empleadas por el profesor en su aula. Es a través de hacerse consciente su función y papel dentro de este nuevo proceso de educación. Formando alumnos con un sentido critico de su funciona ciudadana y democrática al interior de su nación.
         El trabajo del docente es crear un lenguaje que logre establecer las conexiones necesarias para que el estudiante vincule el conocimiento de la calle con el conocimiento científico cambiando su apreciación afectiva y visceral que tiene de este. Creando nuevos códigos perfectamente asimilables y practicables por el alumno totalmente engarzados a las condiciones y problemas de su comunidad, de tal manera, que lo hagan consciente y crítico del entorno.
        Pero para realizar esto, primeramente, los maestros deben romper las estructuras de pensamiento heredadas, así como, las formas en que transmite esto. Como segundo paso, se debe establecer una nueva concepción del docente totalmente revalorizado. Y finalmente educar a nuestros alumnos para romper esquemas, ser crítico, reflexivos y conscientes de su papel en la sociedad y el cambio.




 

viernes, 15 de abril de 2011

POSTMODERNIDAD Y EDUCACIÓN PARTE I

POSMODERNIDAD Y EDUCACION PARTE 
Todo tiempo pasado fue… ¿Mejor?

“Entonces Jacques, despreciando los golpes artísticos, comenzó lisa y llanamente a hacer llover sobre Corrales una granizada de trompadas, bifes, reveses, de filo, de plano, de punta, todo en confuso e inexplicable torbellino. El calor de la lucha enardeció a Corrales; se multiplicaba, se retorcía, y cada buena parada decía con acento jadeante: "¡Di ande!" "¡Cuando, mi vida!", y otros gritos de guerra análogos; Jacques, más irritado aún, hizo avanzar la artillería, y una nube de puntapiés cayó sobre las extremidades del intrépido agredido”
 Juvenilia, capitulo 12, de Miguel Cané

          La  posmodernidad dio a luz una sociedad donde los medios de comunicación juega un papel determinante y decisivo en los individuos. Contrariamente a lo que se puede creer, no es una sociedad más transparente, consciente, ilustrada o educada, sino una sociedad más compleja que épocas pasadas.
           El rasgo positivo de esta sociedad, es que surge la posibilidad de hacer uso de la voz para que los individuos manifiesten sus ideas,
           Esta situación  era impensable en tiempos de Juvenilia, donde el refinado cual irascible profesor parisino Amadeo Jacques,  -expulsado de su país -luego de  grescas políticas e ideológicas-, recala en Montevideo, de donde fue expulsado al poco tiempo por la misma causa, y llega a  la Argentina invitado por Justo J. de Urquiza, un presidente argentino deslumbrado por los destellos del recién llegado de la “Ciudad Luz” .
          En la complejidad socio-política-cultural que nos  toca vivir,  la crítica -usada con fundamento y buena intención- debe ser un espacio para hacer resurgir y reinventar un nuevo comienzo de estructura social.
          La cita textual de Juvenilia del comienzo de esta nota  parece –en nuestro razonar evolucionado- un relato de ciencia ficción, pero no lo es. 
         En este sentido, los rasgos característicos de los alumnos de la actualidad se distinguen por conductas más abiertas, liberales y con amplios deseos de búsqueda de información a través de los diferentes medios masivos de comunicación como la Internet o la televisión.
           Los jóvenes asumen  actitudes más rebeldes y no se acobardan al enfrentarse a las reglas establecidas tradicionalmente respecto de la vida escolar. Ello  ha generado  una crisis en el papel que desempeña la escuela y especialmente el trabajo del maestro en el aula.
           El  docente no puede mantenerse impávido; debe replantear y repensar sobre los métodos y estrategias de enseñanza que utiliza para desarrollar su metodología de trabajo, a fin de que los alumnos logren los objetivos de aprendizaje que los lleven a desarrollar habilidades y competencias útiles para tener una vida plena en la sociedad, es decir, el maestro debe reflexionar sobre su forma de enseñar.
         El primer paso es entrar en una etapa de reflexión, que no es otra cosa que un diálogo consigo mismo para cuestionar sobre su relación con el alumno: si debe o no modificar su conducta como docente,  cómo influyen las fuerzas sociales en él, hasta que punto está dispuesto para aprender, que tanta  voluntad tiene para realizar su trabajo, cuánto conoce pero sobre todo cuanto desconoce como docente, cómo  “se planta” frente  al alumno que ya no se comporta como esponja dispuesto a absorber pasivamente todo cuanto salga de la boca del maestro.
          No menos importante será analizar qué valores y conductas implícitas practica, cómo es su persona, cuál es su trayectoria de ejercicio pedagógico, cuál es su postura mental y personal como maestro.
           Así el maestro, a través de este diálogo interno podrá ubicarse en el contexto educativo, como un maestro más consciente de su labor como facilitador del aprendizaje hacia el alumno, que es cada vez más irreverente pero también poseedor de grandes potencialidades para aprender.
¿Cuál es el objetivo de este “examen de conciencia pedagógico”?
         Sin duda que la práctica docente sea reflexiva,  con rasgos profesionales de elevado nivel de calidad, que sabe lo que tiene que hacer y cómo hacerlo; un maestro que posea teorías, métodos y técnicas de enseñanza, que tenga autonomía fundada en competencias y una ética. Todo ello, como se podrá deducir, trasciende el limitado ámbito de la escuela, e infiltra  su vida, sus sistemas de pensamiento y percepción del entorno.
         Que en  su formación, considere competencias para utilizar en clase, tome conciencia de la realidad de sus alumnos, sea capaz de evolucionar, comunicar, aprender y decidir, aceptar formas de implicación de riesgo y complejidad, enfrenta y resuelve problemas. Que tenga la facultad de dominar las articulaciones entre la teoría y la práctica, que sea capaz de promover procesos de transformación de la identidad de sus alumnos. En conclusión: el maestro reflexivo debe ser un profesional con objetivos claros y éticos.
         Entonces una práctica reflexiva conlleva una implicación crítica de la labor docente; por lo que: el profesor debe aceptar formar parte del problema educativo y no mantenerse al margen, poseer fuertes competencias de concertación, reflexionar sobre la calidad y la evaluación.
         Asimismo, su trabajo nunca es en solitario sino en equipo,  debe salir de la pasividad  para ser gestor y reflexionar sobre las personas, el poder, las instituciones y las tecnologías. En este sentido, primordialmente el maestro tiene un desafío como formador de estudiantes, al tomar conciencia para pasar de un cambio de actitud e identidad como profesional, y poder enfrentarse a otro desafío de proyectos, competencias y representaciones renovadas.
          A la luz de las nuevas tendencias educativas  el maestro se constituye en protagonista principal de este cambio, sin menoscabo de exigir a la sociedad misma, a la autoridad y al gobierno, el cumplimiento de sus responsabilidades en un asunto de vital importancia para el hombre.
    Por último,  trabajar juntos y reinventar colectivamente la formación de los estudiantes y de ellos mismos, a partir de los límites de sus prácticas profesionales. Sin duda, no será una tarea fácil, se requiere voluntad para cambiar lo que no funciona, por alternativas que arrojen mejores resultados en beneficio de una transformación social y educativa en una sociedad secularizada y, como el avestruz, con la cabeza enterrada en sus deseos individuales.