viernes, 15 de abril de 2011

POSTMODERNIDAD Y EDUCACIÓN PARTE I

POSMODERNIDAD Y EDUCACION PARTE 
Todo tiempo pasado fue… ¿Mejor?

“Entonces Jacques, despreciando los golpes artísticos, comenzó lisa y llanamente a hacer llover sobre Corrales una granizada de trompadas, bifes, reveses, de filo, de plano, de punta, todo en confuso e inexplicable torbellino. El calor de la lucha enardeció a Corrales; se multiplicaba, se retorcía, y cada buena parada decía con acento jadeante: "¡Di ande!" "¡Cuando, mi vida!", y otros gritos de guerra análogos; Jacques, más irritado aún, hizo avanzar la artillería, y una nube de puntapiés cayó sobre las extremidades del intrépido agredido”
 Juvenilia, capitulo 12, de Miguel Cané

          La  posmodernidad dio a luz una sociedad donde los medios de comunicación juega un papel determinante y decisivo en los individuos. Contrariamente a lo que se puede creer, no es una sociedad más transparente, consciente, ilustrada o educada, sino una sociedad más compleja que épocas pasadas.
           El rasgo positivo de esta sociedad, es que surge la posibilidad de hacer uso de la voz para que los individuos manifiesten sus ideas,
           Esta situación  era impensable en tiempos de Juvenilia, donde el refinado cual irascible profesor parisino Amadeo Jacques,  -expulsado de su país -luego de  grescas políticas e ideológicas-, recala en Montevideo, de donde fue expulsado al poco tiempo por la misma causa, y llega a  la Argentina invitado por Justo J. de Urquiza, un presidente argentino deslumbrado por los destellos del recién llegado de la “Ciudad Luz” .
          En la complejidad socio-política-cultural que nos  toca vivir,  la crítica -usada con fundamento y buena intención- debe ser un espacio para hacer resurgir y reinventar un nuevo comienzo de estructura social.
          La cita textual de Juvenilia del comienzo de esta nota  parece –en nuestro razonar evolucionado- un relato de ciencia ficción, pero no lo es. 
         En este sentido, los rasgos característicos de los alumnos de la actualidad se distinguen por conductas más abiertas, liberales y con amplios deseos de búsqueda de información a través de los diferentes medios masivos de comunicación como la Internet o la televisión.
           Los jóvenes asumen  actitudes más rebeldes y no se acobardan al enfrentarse a las reglas establecidas tradicionalmente respecto de la vida escolar. Ello  ha generado  una crisis en el papel que desempeña la escuela y especialmente el trabajo del maestro en el aula.
           El  docente no puede mantenerse impávido; debe replantear y repensar sobre los métodos y estrategias de enseñanza que utiliza para desarrollar su metodología de trabajo, a fin de que los alumnos logren los objetivos de aprendizaje que los lleven a desarrollar habilidades y competencias útiles para tener una vida plena en la sociedad, es decir, el maestro debe reflexionar sobre su forma de enseñar.
         El primer paso es entrar en una etapa de reflexión, que no es otra cosa que un diálogo consigo mismo para cuestionar sobre su relación con el alumno: si debe o no modificar su conducta como docente,  cómo influyen las fuerzas sociales en él, hasta que punto está dispuesto para aprender, que tanta  voluntad tiene para realizar su trabajo, cuánto conoce pero sobre todo cuanto desconoce como docente, cómo  “se planta” frente  al alumno que ya no se comporta como esponja dispuesto a absorber pasivamente todo cuanto salga de la boca del maestro.
          No menos importante será analizar qué valores y conductas implícitas practica, cómo es su persona, cuál es su trayectoria de ejercicio pedagógico, cuál es su postura mental y personal como maestro.
           Así el maestro, a través de este diálogo interno podrá ubicarse en el contexto educativo, como un maestro más consciente de su labor como facilitador del aprendizaje hacia el alumno, que es cada vez más irreverente pero también poseedor de grandes potencialidades para aprender.
¿Cuál es el objetivo de este “examen de conciencia pedagógico”?
         Sin duda que la práctica docente sea reflexiva,  con rasgos profesionales de elevado nivel de calidad, que sabe lo que tiene que hacer y cómo hacerlo; un maestro que posea teorías, métodos y técnicas de enseñanza, que tenga autonomía fundada en competencias y una ética. Todo ello, como se podrá deducir, trasciende el limitado ámbito de la escuela, e infiltra  su vida, sus sistemas de pensamiento y percepción del entorno.
         Que en  su formación, considere competencias para utilizar en clase, tome conciencia de la realidad de sus alumnos, sea capaz de evolucionar, comunicar, aprender y decidir, aceptar formas de implicación de riesgo y complejidad, enfrenta y resuelve problemas. Que tenga la facultad de dominar las articulaciones entre la teoría y la práctica, que sea capaz de promover procesos de transformación de la identidad de sus alumnos. En conclusión: el maestro reflexivo debe ser un profesional con objetivos claros y éticos.
         Entonces una práctica reflexiva conlleva una implicación crítica de la labor docente; por lo que: el profesor debe aceptar formar parte del problema educativo y no mantenerse al margen, poseer fuertes competencias de concertación, reflexionar sobre la calidad y la evaluación.
         Asimismo, su trabajo nunca es en solitario sino en equipo,  debe salir de la pasividad  para ser gestor y reflexionar sobre las personas, el poder, las instituciones y las tecnologías. En este sentido, primordialmente el maestro tiene un desafío como formador de estudiantes, al tomar conciencia para pasar de un cambio de actitud e identidad como profesional, y poder enfrentarse a otro desafío de proyectos, competencias y representaciones renovadas.
          A la luz de las nuevas tendencias educativas  el maestro se constituye en protagonista principal de este cambio, sin menoscabo de exigir a la sociedad misma, a la autoridad y al gobierno, el cumplimiento de sus responsabilidades en un asunto de vital importancia para el hombre.
    Por último,  trabajar juntos y reinventar colectivamente la formación de los estudiantes y de ellos mismos, a partir de los límites de sus prácticas profesionales. Sin duda, no será una tarea fácil, se requiere voluntad para cambiar lo que no funciona, por alternativas que arrojen mejores resultados en beneficio de una transformación social y educativa en una sociedad secularizada y, como el avestruz, con la cabeza enterrada en sus deseos individuales.


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